6.10.2008

09 – 06 – 08

Irma Vep
Francia / 1996 / 97 min.
Escrita y dirigida por: Olivier Assayas


Fantástica. Memorable. Impresionante. Rara como ella sola. Llena de personalidad, llena de cojones.

René Vidal, un director de cine francés venido a menos, visiblemente atormentado, ha recibido una oferta para hacer un remake de la serie cinematográfica (que en nuestros días bien podría ser de HBO) “Les Vampires”, de 1915. Vidal, que por lo que nos cuentan tuvo sus años de gloria absoluta, que alguna vez fue considerado un genio contemporáneo, ha aceptado con una condición: que Irma Vep, el personaje principal de la serie, una gatubela con su parte ninja, sea interpretada por la actriz china Maggie Cheung.

Vidal la tiene clara, Cheung y nadie más que Cheung puede ser la nueva Irma Vep. El resto del mundo no piensa lo mismo, pero el director es el director, el capitán del barco, y en él confiamos. Ahora bien, poco después de empezado el rodaje, René Vidal pierde la cabeza, el norte, el balance, lo pierde todo y termina exiliado en una casa de reposo, a las afueras del París. La nave está de pronto a la deriva, y nosotros ahí, en medio de un problema que no es nuestro, atrapados, meciéndonos según el antojo de las olas.

Como toda embarcación que ha perdido su timonel, Irma Vep no va para ningún lado. Los que nos movemos somos los que la vemos, los que vamos sentados en las butacas por tierras desconocidas y fantásticas. Maggie Cheung (actriz fetiche de Wong Kar Wai), que por supuesto se interpreta a sí misma o a la visión de sí misma según Assayas, es la primera en darse cuenta de que se ha metido en un callejón sin salida, y escapa, pero no sin antes probar lo que se siente ser Irma Vep de verdad. Luego, la película da vueltas, y vueltas, y vueltas, marea, confunde, nos juega pasadas, nos utiliza a su antojo, y aterriza en un final memorable, uno de esos grandes finales de la historia del cine.

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Las chicas de la lencería (Die Herbstzeitlosen)
Suiza / 2006 / 90 min.
Escrita por: Sabine Pochhammer
Dirigida por: Bettina Oberli


Una película para ver con la mamá y, dependiendo de la edad, la onda y el grado de confianza, también con la abuela. Esa cinta medio dominguera que a uno lo hace quedar bien. Un film correcto.

Una señora de ochenta años, viuda, piensa que lo mejor que le puede suceder en este tramo de su existencia es morirse durante una noche, sin escándalos ni tanques de oxígeno. Una de sus amigas cercanas, algo menor que ella, la anima a exprimir hasta las últimas consecuencias este tiempo extra que está viviendo. La señora, que se llama Martha y es un encanto hasta cuando anda malgenio, después de meditarlo, decide cumplir un sueño de juventud: confeccionar lencería y montar una boutique en el mismo local donde ella y su difunto esposo tuvieron durante años una tienda de abarrotes.

Esto pasa en un pueblo que parece de juguete, lindo, como de lego, pero más aburrido que esperar el fin del mundo de rodillas y conservador como buen pueblo chico. Martha lo logra, monta su boutique, el pueblo se escandaliza y trata de boicotearla. Entonces comienza una pelea campal, graciosa y manipuladora, porque claro, si el personaje principal es una viejita adorable que trata de cumplir sus sueños sin importar lo que pase, nosotros no podemos sino estar de su lado, cualquier otra posición sería inmoral.

La cinta, como ya adivinarán, peca de cursi y tiene un final feliz al que se le va la mano. Pero se gana todos los abusos que comete. Da ganas de vivir. Cuando Martha no entiende por qué no la dejan en paz, su hijo, que dicho sea de paso es el pastor del pueblo, le dice: no se puede tener todo en la vida. Es verdad, nadie lo tiene todo, pero, como Martha, basta con tener aquello que uno necesita para salir de la cama cada mañana.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

ahaaaaa con estrellitas y todo!!! habla ahi rotten tomato!!!
bueno..a mi tmb me gusto Irma Vep. ya pues, ttyl