8.25.2008

Feliz cumpleaños, señor Burton.



Quién diría, loco, cincuenta años, cincuenta!, how does it feel? La plena, difícil pensar en ti como alguien de cincuenta, o sea, como que esa es una edad de viejo, de papás, la edad a la que uno es oficial e irremediablemente viejo. Aunque, pensándolo bien, los tiempos han cambiado y tienes esperanza, ja!, con todo eso de los baby boomers y Diane Keaton desnuda en Something’s Gotta Give, creo que ahora se es viejo pocos días antes de morir. Pero nada, tranqui, bro, ya lo dijo Bob: I was so much older then, I’m younger tan that now. Forever young, baby, forever young!



Cómo vas a celebrar? Fiestón? Acá saliste en un periódico. Imagino que saliste en todos, pero no me consta. Sí, acá en Ecuador, de ley en un cable internacional que se repitió y se repitió, pero igual bacán. Te lo he dicho mil veces, la gente acá te para bola. Estoy en Guayaquil, por trabajo y con la banda (tocamos este jueves en el Heineken Bar versión Guayaquil), como estoy en un hotel me dejan el periódico por las mañanas y lo reviso. Ahí estabas, ahí estás, sigues ahí, en la página 3 de un suplemento en el que todos los días aparece en portada una peladita medio guapa de Guayaquil. La de hoy tiene 16 y se llama María Mercedes. En la foto sales sonriendo, con las clásicas gafas negras y todo tu look aclarado por las canas en el pelo y en el candado. Cincuenta! Este 2008 está lleno de célebres cincuentones: Madonna, Prince, Michael Jackson (sí, yo creo que el man igual es célebre, mucho más después de escuchar la edición de aniversario de Thriller… por cierto, nunca me contaste si tu marido Depp lo imitó a propósito como Willy Wonka o la cosa fue inconsciente) y tú, loco, que por lo menos hoy eres el más célebre de todos.



Apenas vi la noticia me dieron ganas de ver todas tus pelis de nuevo (sorry man, me enteré por el periódico, todavía no tengo facebook ni nada de eso), sobre todo Edward, Batman II, Ed Wood y Mars Attacks! No te cabrees, sabes que soy fan y te defiendo, pero esas son mis preferidas. Vi Sweeney en Quito, la pasaron antes de los premios Oscar de este año, en un mini festival donde pasan todas las candidatas a alguna dignidad que se pueden conseguir. Y nada, todo bien, keep trying, ja! Es que loco, muchas canciones pues loco. Tenías que bajarle un poco al dato musical. Ya sé, tu onda, tu patín, tu siempre quise hacer un musical y bla bla blá. Por lo menos te sacaste el clavo y eso sí que vale, es la única forma de seguir viviendo tranquilo. Ahora todo el mundo habla de tu Alicia en el país de la maravillaa, qué debemos esperar??? No me digas, prefiero la sorpresa, como siempre.

En el periódico dice “…impulsador del lado más tenebroso de Hollywood y creador de un universo propio, repleto de figuras atormentadas y parajes sombríos…” ja!, si supieran. No sé, para mí siempre ha sido al revés. El lado más sombrío de Hollywood es el de las hermanas Duff, sí o no? Tú siempre has sido luz, me has dado la mano, me has acolitado, me has ayudado a envejecer sin tener que crecer, siempre del lado de los freaks, de los que no fuimos capitanes del equipo de fútbol ni reyes del baile.


Sólo te puedo decir gracias, hermano, muchas gracias, y tomarme la próxima en tu nombre.


Desde Ecuador…

FELIZ CUMPLEAÑOS MR. BURTON!!!!!!!!!!

Gran abrazo.


Ps, saludos a la familia.

8.22.2008

Exterior. Noche.


Ayer intentaron asaltarme.

Un amigo y yo caminábamos por la calle República, de sur a norte, cerca del Mall El Jardín, llegando a la esquina de la Alemania, precisamente donde se levanta el hotel Howard Johnson. Conversábamos de cualquier cosa cuando dos adolescentes, flacos, sus rostros trizados por el acné, a primera vista inofensivos, nos preguntaron dónde se cogían los buses para Tumbaco. Francamente, no teníamos idea. Intentamos seguir nuestro camino y los adolescentes insistieron. Algo andaba mal. De repente salieron dos o tres más, no sé de dónde, saltaron como de las sombras y se materializaron en un segundo. Se me hace que pasaban los quince pero no llegaban a los dieciocho. Mi amigo, veloz, se hizo a un lado y a mi me empujaron contra el tronco de un árbol. Los diálogos típicos, recurrentes, a manera de gritos, no se hicieron esperar: quédate quieto o te meto un tiro, no digas nada, pasa el celular. Me congelé. Cuando de asaltos se trata, procedo tal cual me enseñó mi abuela años atrás: usted déjelos que se lleven todo, mijito, no los mire a los ojos, no arriesgue su vida ni por un par de zapatos, ni siquiera por un carro. Mientras dos me sostenían de los hombros, otro me metió la mano al bolsillo y, en efecto, me sacó el celular. Para esto, mi amigo les devolvió los gritos y se armó un cruce de voces que duró los segundos suficientes para transformar el momento en una escena. Algo debió haber pasado ese rato. Tal vez los adolescentes se percataron de los guardias del hotel, armados hasta los dientes, los vieron y como no eran profesionales se pusieron nerviosos y decidieron abortar la misión. El caso es que me devolvieron el celular y a mi amigo le dijeron: tranquilo, loco, es una broma. Luego se fueron corriendo y nosotros nos relajamos. Nunca vi el arma. Mi amigo dice que nunca existió, supongo que es verdad, aunque una cosa es tener un arma y otra muy distinta apretar el gatillo, para eso hacen falta huevos. En la esquina del hotel estaban los guardias sosteniendo sus automáticas, los acompañaba un tipo gordo de bigotes, en la mano un walkie-talkie, la papada abultada sobre el nudo de la corbata, que me preguntó qué había pasado. Los tipos lo sabían de sobra, pudieron haber ayudado, si se hubiesen acercado habría sido más que suficiente. Pero nada que ver, muy a la ecuatoriana, entraron en acción cuando el peligro había pasado a ser chisme. Uno escucha este tipo de historias todos los días. La mayoría de veces no pasan de un buen susto y la perdida de valores materiales menores (a menos que se te lleven la billetera y tengas que pasar por el penoso trámite de renovar documentos). Pero también existen los finales horrendos, fatales, donde personas pierden la vida por un Nokia o un Motorola que toma fotos y toca MP3. Aunque no perdí nada más que tiempo, me siento afortunado. Por un momento pensé que estos manes, estos niños que en la más Ciudad de Dios me rodearon como ratas hambrientas, perderían el control, no sabrían qué hacer y dispararían de la pura tembladera. Esas cosas pasan. Después de todo, eran criaturas, balas perdidas, masas que aún no se han terminado de formar.

Sigo pensando en ellos.

8.18.2008

Divina: la persona más asquerosa del mundo.


Harris Glenn Milstead y su familia llegaron a Lutherville, un suburbio cerca de Baltimore, estado de Maryland, en 1957. Harris tenía doce años. Además de verse obligado a enfrentar la llegada de la adolescencia en un sitio que no era el suyo, era gordo y afeminado. Por supuesto, sus nuevos compañeros de colegio le hicieron la vida imposible, burlándose de él a diario, golpeándolo y, sobre todo, marginándolo, haciéndolo a un lado. Su único amigo era un niño más bien flaco, flaco como un sorbete, afeminado como Harris, apenas un año menor, que vivía a seis casas de la suya y respondía al nombre de John Samuel Waters, Jr. Inseparablemente juntos, Harris y John sobrevivieron la adolescencia. Crearon un mundo donde nadie los maltrataba, un lugar donde ellos eran las estrellas. Años después, ese mundo se convirtió en el mundo real.

Para 1972, John Waters era la cara de la contra cultura norteamericana. Había escrito, producido y dirigido cinco películas dedicadas a mostrar la peor cara de la tierra de la libertad: los freaks, los maniáticos, los pervertidos, los adictos, los homosexuales, en fin, la basura americana. No era exactamente famoso, pero estaba en camino, era conocido en los círculos under y odiado entre la gente de bien. Sus películas se rodaban bajo las más estrictas leyes del bajo presupuesto, entre amigos técnicos y amigos actores y amigos poli funcionales. A veces, no tenían dinero ni para comer durante la filmación, pues tocaba gastarlo todo en película y en alquiler de equipos. Harris estaba siempre ahí. Él y John eran la médula de un grupo de artistas conocidos como Dreamlanders (los de la tierra de los sueños), una familia como todas, acaso menos disfuncional, armada con lo que las otras familias, sus parientes sanguíneos, habían desechado. El siguiente proyecto de John ya tenía nombre, y uno muy bueno: Pink Flamingos. Sería la historia de Divine, un drag queen inmenso, nombrado por los medios de comunicación como “la persona más asquerosa del mundo”. Harris, que había aparecido ya como Divine en los films anteriores de John, era el protagonista.


En Pink Flamingos, Divine vive apartada de Baltimore, bajo el nombre Babs Johnson, en un remolque que comparte con su familia inmediata. Su madre es increíblemente obesa, come huevos todo el día y duerme en un corral de madera, como un bebé. Su hijo es fanático de prácticas sexuales algo particulares, que involucran animales y mutilación. La que llama “mi compañía de viajes” es una rubia que está enamorada de ella y de su hijo. Son una familia feliz, que se acepta tal cual, que se quiere de todas las formas imaginables y no le hace daño a nadie. Hasta que alguien se mete con ellos. Connie y Raymond Marble son una pareja envidiosa que pretende destronar a Divine, y convertirse en las nuevas personas más asquerosas del mundo. No lo hacen mal, secuestran mujeres jóvenes, las meten en un calabozo subterráneo, hacen que su mayordomo las embarace y luego venden los bebes a parejas de lesbianas. Además, a Raymond le gusta exponerse frente a mujeres atractivas y aprovechar el shock que les produce para robarles la cartera. O sea que se esfuerzan, pero nadie como la única e inigualable Divine, que entrará al combate y aplastará a sus enemigos.



La amistad de John y Harris creció junto a la fama de ambos. Waters se transformó en un director de culto, que de a poco fue haciendo mejores películas, con celebridades, con dinero y sin claudicar a sus asquerosos principios. Por su parte, Harris le dio la vuelta al mundo con Divine, apareció en otras cintas, montó shows de comedia y hasta grabó un disco de electro-dance-pop que la llevó de gira. John y Harris lo lograron, pudieron vivir bien, ser famosos y exitosos en un mundo que pretendía deshacerse de ellos. Ayer vi Pink Flamingos por primera vez en mi vida, y lo entendí todo o por lo menos algo importante: Harris y John cambiaron al mundo por su mundo.

A los cuarenta y dos, Harris Glenn Milstead recibió una oferta para aparecer en una serie de televisión. Era la primera vez que alguien le ofrecía trabajo sin obligarlo a presentarse como Divine y él aceptó sin vacilar. Sería el tío Otto en Married with Children (matrimonio con hijos), la popular familia de Al Bundy que tanto le debía al cine de John Waters y Divine. El 7 de marzo de 1988, Harris debía aparecer en los estudios de la cadena Fox para grabar su primer episodio, pero nunca llegó. Esa mañana, amaneció muerto en la cama de su hotel de Los Ángeles, víctima de una apnea que le cortó la respiración como consecuencia de su sobrepeso.

Harris y Divine siguen teniendo miles, tal vez millones de fanáticos alrededor del planeta. Son un símbolo para muchos, la prueba de que lo normal es subjetivo y lo anormal nada más que un estado mental de los normales.


Divine en acción, cantando su versión de You Think You're a Man, original de The Vaselines.




Pink Flamingos está en La Liebre Video Club.

8.15.2008

Este man hizo el afiche de Pulp Fiction.


Quito, 1966. El pequeño Jaime se levanta pensado que este día será como cualquier otro, desayuno, lavada de dientes, baño, televisión y juegos. Al salir de su cuarto, siente un silencio extraño, sospechoso, siente también que la casa es más grande de lo que era anoche, cuando se acostó. Camina por los pasillos, despacio, como quien pisa por primera vez suelo ajeno, esperando que todo vuelva a la normalidad como por arte de magia. Hay miedo, después de todo, el pequeño Jaime sólo tiene seis años y está a punto de descubrir que su familia, papá, mamá y hermanos, van rumbo a Nueva York a perseguir un futuro que no sea el que los espera en Ecuador. No lo han abandonado, pero él siente que sí. La verdad es que su familia no tuvo recursos para llevarlo en ese primer viaje y lo dejó al cuidado de sus tíos. Un año después, el pequeño Jaime se embarca, aterrorizado, estrujando hasta el último segundo la pierna de su tío, en un avión que lo llevará a la Gran Manzana. Cuarenta y un años después, regresa a Quito, sólo por unos días. En su mente, Quito permaneció bloqueada durante décadas enteras, eso que no podemos recordar porque nos atrofia. Ahora se llama James Verdesoto y se gana la vida diseñando afiches de películas, de grandes películas, de películas que todos hemos visto y recordamos, en parte, por el afiche.



Lo conocí hace un mes, más o menos, en circunstancias civiles, pongamos que en una cena. Quien me invitó, me había contado que James era de lo más fresco, tranquilo, relax. Yo pensaba que si alguien tenía razones para sobrarse, era él, el man que diseñó, entre muchos otros, los afiches de películas que me marcaron para siempre: Pulp Fiction, American Psycho, Man On The Moon, Snatch, Monster’s Ball, Before Night Falls, Y Tu Mamá También y hasta The Diving Bell And The Butterfly. I mean, oh my fucking God, this guy is a fucking genius, no solo por hacer lo que hace como lo hace sino por escoger con tan afilada puntaría sus proyectos (aunque en rigor, son los proyectos los que lo escogen a él) Y sí, James no es sólo buena onda, es hasta tímido y nervioso, como los chicos cuando hacen una travesura y saben que tarde o temprano serán descubiertos.



Cuando llegó a Nueva York, James se instaló en la casa de sus padres, en el Bronx, un barrio famoso por lo rudo y peligroso. Los papás de James no estaban interesados en nada que tuviera que ver con el arte, les importaba subsistir y dar educación y salud a sus hijos. Él cuenta que era un niño solitario, que aprendió a dibujar calcando dibujos que veía en revistas y que una profesora lo ayudó a entrar a The High School of Art and Design. Luego, gracias a un programa de becas de la era Jimmy Carter, pudo entrar a Parsons, el mejor sitio para estudiar artes gráficas en los ochentas. Estando todavía en la universidad, James empezó a trabajar para la compañía Miramax, que por esos días producía los ahora clásicos modernos del cine independiente gringo (cosas como The Crying Game y Sex, Lies and Videotae, cuyos afiches también son Verdesotos). En 1993, James y su socio Vivek Mathur, fundaron Indika, su propia compañía, y desde entonces no han parado de acumular triunfos.



Hoy, en el Pabellón de Cristal del Centro Cultural Itchimbía (Quito), se inauguró la exposición El arte del afiche cinematográfico, donde se muestran ochenta trabajos de James Verdesoto Sánchez. La exposición permanecerá montada hasta el 31 de agosto. Gran estreno, no se lo pierda.
La página oficial de Indika: http://www.indika.com/

8.12.2008

Mojado


Uno de los recuerdos mejor enfocados de mi infancia, si la memoria no me engaña enfocando recuerdos inventados, es ver en el Gamavisión de principios de los noventa, una película biográfica sobre The Beach Boys, el grupo de rock and roll californiano que, en su momento, un momento llamado early sixties, era como los Beatles Made In USA. La cinta empezaba con un tipo barbudo, pelilargo, flaco y rubio, caminando en un pequeño puerto, entre barcos, el sol brillando sobre él, el mar azul muy azul, las gaviotas paseándose en el aire, todo bien. Pero al tipo se lo veía golpeado, bajoneado, perdido. Uno cachaba de entrada que algo andaba mal. Entonces, sin avisar, como si se le hubiese ocurrido de un momento a otro, el tipo se echaba al agua en un clavado perfecto del que no volvería jamás.

Ese tipo era Dennis Wilson, el primer baterista de los Beach Boys, el único Beach Boy que vivía como un chico de la playa debe hacerlo, entre los estribos de una embarcación que cruza un remolino, surfeando, metiendo y tirando. El hermano, decían, menos talentoso entre los Wilson, porque The Beach Boys eran un negocio familiar. El que estaba ahí con palanca de la mamá. El que perdía el ritmo pero vendía bien porque era guapo y hacía chistes. El que no podía cantar tan agudo como los otros y por eso era miserablemente barajado de las armonías. El que llegaba tarde y amanecido, andando en cuatro patas por el techo de los estudios. El de las amistades peligrosas, que arropó a Charles Manson y familia bajo el techo de su propia casa. El que antes de empezar ya había terminado mal por mayoría de votos. El mal ejemplo. El caballo sin jockey. El camión que se enciende barranco abajo sin frenos. El único, también, que apoyó a su hermano Brian, el niño genio, cuando quiso darle una vuelta radical a la carrera popera de la banda haciendo, a los veintitrés años, el hasta nuestros días respetado Pet Sounds. Puedo ver esa escena de la cinta ahora mismo. Ejecutivos de la disquera, que se había llenado de billete con la onda happy-surf de los Beach Boys, entran en medio de la grabación de ese pedazo de cielo que es God Only Knows y, aterrorizados, preguntan ¿qué es eso? Brian, ensimismado en su contubernio con el productor Phil Spector, trata de ignorarlos y seguir trabajando. Dennis, que en estudio era reemplazado por un batero “profesional”, se les acerca con cara de si no te callas te meto un puñete, con un tufo que se le siente al otro lado de la pantalla, como si llevara despierto semanas enteras, pase tras pase, y les dice: eso es la mejor canción de amor de la historia.



Pues bien, en 1977, Dennis Wilson sacó Pacific Ocean Blue, su disco como solista, y el mundo se quedó como loco, con la boca abierta y los oídos partidos. El niño problema, que se la pasaba de juerga día y noche, que no sentía respeto por sus mayores y que jugaba triste a la familia feliz cuando aparecía en concierto con los Beach Boys, había estado grabando su obra maestra entre trago y trago. Dennis Wilson murió ahogado el 28 de diciembre de 1983, tenía 39 años de edad. Desde esos días era poco lo que se sabía de su famoso disco y de Bamboo, un segundo álbum cuyas sesiones de grabación abandonó a tres cuartos de recorrido el camino. Hasta ahora. El disco ha sido reeditado este 2008. Demos gracias al Señor.

Dennis Wilson es el antihéroe por excelencia. El tipo A que llevaba una vida absolutamente B. La figura atormentada y solitaria que entre tanto rigor, y habiendo perdido tanto, desarrolla una sensibilidad maravillosa. Su voz está quebrada como su corazón y herida como su alma. Quiso escapar de todo esto y no se lo ocurrió mejor lugar que el fondo del mar.

Acá cuatro temas que me atraparon de una.









Si les gustó este pequeño abrebocas, acá les pongo los links para que se bajen el disco entero. Vaya que vale la pena.

http://rapidshare.com/files/124958491/Dennis_Wilson_-_Pacific_Ocean_Blue__Legacy_Edition_.part1.rar

http://rapidshare.com/files/124959947/Dennis_Wilson_-_Pacific_Ocean_Blue__Legacy_Edition_.part2.rar

Y para más información sobre Dennis Wilson y su Pacific Ocean Blue, este estupendo artículo del argentino Rodrigo Fresán para el diario Página/12.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-4714-2008-07-16.html

8.08.2008

El rock os hará libres.


Esta semana pasé varios días en Chone, provincia de Manabí. Fue un viaje de trabajo, lleno de descubrimientos importantes. Descubrí, por ejemplo, el Chone Rock Club. Una asociación de varias mujeres y unos cuantos hombres, dedicada a la difusión del rock and roll en el cantón. Así como lo leen. Parece mentira, ¿verdad?, pero existen y están trabajando.

Lo primero que se me vino a la mente fue mi adolescencia rockera en Portoviejo, cuando uno daba la vida por encontrar el último disco, el último video, la última canción. Cuando uno ahorraba y ahorraba para comprarse un CD (y cómo se sufría por no poder comprarlos todos de golpe) y gastaba horas enteras armando mix tapes para el carro del papá o del papá de un amigo. Por esos días, la misión era evangelizar al resto del rebaño, salvar al mundo a través de la música y que todos entendieran por lo que uno estaba pasando. Pensé en esto porque el Chone Rock Club, hasta donde entiendo, tiene esta misión terrenal: difundir la palabra. Nada que hacer, el mundo es cada vez más estrecho y células como esta, en pequeñas ciudades del Ecuador, pueden lograr mucho. Si hubiese tantos Rock Clubs como hay, digamos, Clubs Rotarios o de Leones, nuestro intento de civilización sería mucho más civilizado.


Como el motivo de mi visita no era exactamente participar de las actividades del Chone Rock Club, fue relativamente corto el tiempo que pude pasar con sus miembros. Sin embargo, creo que algo caché de todo el asunto. Sentados a la mesa, entre cervezas, pinchos de pollo, Janis Joplin y Megadeth, entendí que estaba en el cuartel general de la joven resistencia chonera, y me sentí cómodo, a bordo. De alguna forma, somos todo este ejército aún medio clandestino (sobre todo en las provincias) que lucha por una misma causa a kilómetros de distancia, sin vernos los rostros y, la mayoría de las veces, sin saber que nuestros hermanos andan por ahí, rompiendo la selva en la mitad de la noche sin más armas que el volumen. Porque sin lugar a dudas habrá Rock Clubs en Paraguay y en Pakistán, en Armenia y en Kracovia. No somos pocos. Esto hay que saberlo y decirlo con orgullo. Say it out loud, I’m a rocker and I’m proud!


La batalla del rock and roll ha sido la misma desde su nacimiento: crear espacios para esos que nos negamos rotundamente a entrar en el molde. Aunque en estos tiempos que corren pululen libremente miles, millones de rockeros falsos queriéndonos dar gato por liebre, nosotros no nos dejamos. Con los años, hemos aprendido a filtrar al enemigo y cada día son más fácilmente identificables esos malos elementos. Con los años, hemos aprendido que los brazos deben quedarse siempre arriba. Así lo hacen en el Chone Rock Club, librando una batalla campal con lo que se supone debes ser, con lo que se supone esperan todos de ti, con lo que se supone debes hacer con tu vida para convertirte en una persona de provecho, un individuo útil y productivo del cual la sociedad pueda estar orgullosa. Gracias al rock ya nadie toma decisiones en nuestro nombre. Hoy, nosotros manejamos. Si quieres, te subes, y si no, bacán, hablamos.

8.05.2008

Hablando con Cuba

Me han pedido varias veces que publique entrevistas. No entrevistas hechas por mí sino entrevistas que otra gente ha tenido la generosidad de hacerme. No lo había hecho porque se me hacía demasiado pretencioso y medio chancho, la verdad. Pero me mandan este cuestionario desde La Habana-Cuba, para una revista literaria, y siento que es una buena oportunidad. Acá va.




1.- ¿Qué explicación puede existir de tu llegada a las letras, o de ellas a vos?


El aburrimiento. Nací y crecí en una ciudad muy pequeña, un pueblo grande, digamos. O eras deportista o eras borracho o eras drogadicto y borracho y deportista. Yo no era deportista (aunque claro, lo primero que quise ser en la vida fue futbolista). Mi relación con las drogas no pasa de lo social (aunque claro, me encantaría ser un rock star y decir que me meto de todo, así no sea verdad) y de alguna escapada en feriado. Disfruto beber. O sea que tenía tiempo libre, harto tiempo libre. Fue así como comencé a leer. En parte porque leer era pensar que mi pueblo no era el mundo entero, leer era apostar por más. En parte, también, porque leyendo participas de una realidad que no es la tuya, y aquello es algo muy pero muy saludable, sobre todo cuando esa realidad que no es la tuya se parece sospechosamente a la tuya y, separado de todo lo que te rodea, descubres que alguien ya pasó por esto por lo que tu estás pasando ahora.

Lo que se llama escribir arrancó poco después, a los quince o dieciséis. Y fue básicamente potenciar lo que sentía cuando leía. Esto es, vivir en un mundo donde las cosas no se salen de control a menos que yo quiera que así suceda. Un mundo donde puedes hacer lo que te da la gana. Un mundo donde dices todo lo que quieres, cuando quieres y como quieres. Un mundo donde peleas, pierdes, ganas, aprendes y, sobre todo, superas, sigues viviendo. Mejor aún si tu mundo privado conecta con otros mundos privados, y esa soledad necesaria para leer y escribir se junta con otras soledades hermanas, soledades que, de alguna forma, te acompañan siempre.

2.- ¿Cómo es el proceso en el cual te sitúas ahora: háblanos un poco de tus libros de cuentos “Uno” y “Dibujos Animados” y en la actualidad como se puede ver en perspectiva esos títulos , tomando en cuanta que tus temáticas si bien tienen una relación intima uno con otro, se distancia profundamente de las temáticas y tratamientos de tus crónicas periodísticas, labor en la que desarrollas tu oficio.

En general, veo ambos libros como un demo acaso demasiado largo. Me gusta pensar en ellos como ensayos que se grabaron y se distribuyeron irresponsablemente.

Los cuentos de “Uno” los escribí en la universidad, estudiando cine. Sabía que quería escribir pero no sabía bien qué ni cómo. Francamente no lo he vuelto a ver en mucho tiempo. Sé que tiene un par de fans y toneladas de detractores. Eso me gusta. Que le guste a pocos. A mi ya no me gusta mucho, pero lo recuerdo con cariño. Fue mi primer intento y me costó su poco. Está lleno de otras voces, de tipos que quise ser alguna vez y que ahora he olvidado para concentrarme en mí, en mi pulso y en mi garganta. De alguna manera, “Uno” no es mío sino de todo lo que estaba leyendo mientras lo escribía. Intuyo que le falté el respeto a quienes entonces consideraba mis maestros. Pero ahí está. O allí estuvo. Me llevó de viaje y me ayudó a conseguir pequeños trabajos como periodista. Le debo un par de cosas.

“Dibujos Animados” lo escribí cuando trabajaba como administrador-bar tender-DJ en un hostal para mochileros en Quito. También hacía reseñas de discos para un par revistas, pero aquello daba poco dinero. Por esos días, lo que quería era escribir una novela que aún sigo escribiendo. Pero la novela costaba tanto, y se veía tan larga, que me tomaba breaks para divertirme escribiendo cuentos cortos que, según yo, giraban todos en torno al humor. En un principio, dibujé “Dibujos...” como un libro de humor. Un libro breve, divertido y relajado. Me dicen que en parte lo logré y estoy contento con eso. Me divertí escribiéndolo y decidí que iba escribir sin importar lo que pase. “Dibujos...” me dio seguridad y fue el comienzo de lo que, espero, sea un tono propio.

Tal vez no debí haber permitido o peleado por que estos libros se publiquen. Siento que son libros verdes, bien intencionados, pero más crudos que cocidos. En todo caso, ya está. Ambos libros tienen amigos y me han puesto en contacto con gente interesada en leerme y en que siga escribiendo. Lo que ahora me tienta, a diario, es hacer una versión remix y redux con esos cuentos. Y sumarle algún bonus track. Ya veremos.

3.- ¿Qué referentes artísticos posicionan la obra de Juan Fernando Andrade. Existe alguna cercanía o relación alguna con tus contemporáneos en otras latitudes del continente tales como Zambra o Neuman?

Zambra es uno de los mejores escritores de nuestro tiempo. Con dos libros, dos libros cortos, ha hecho lo que muchos no han podido hacer con docenas de libros largos. Zambra tiene estilo, oficio y onda. Disfruté mucho “Bonsái” y “La vida secreta de los árboles” No son el tipo de libros que me interesa escribir, pero sí los que quiero leer para saber que todavía existe la originalidad. Zambra tiene algo de Borges, Bioy y Cortázar, pero lo tiene en su disco duro y sus tramas jamás suenan a plagio sino a un tributo que viene del aprendizaje y del afecto. Aplaudo la obra de Zambra.

Neuman es técnicamente perfecto o casi perfecto. Para mi gusto, le falta calle y le falta maldad. Falta que las cosas le pasen más a él que a sus personajes. Pero Neuman se las trae, sabe perfectamente lo que hace y muchos estamos pendientes de sus pasos. Algo parecido al caso Daniel Alarcón, otro grande que, por lo pronto, suena más a cabeza que a corazón. Pero nada, estoy pendiente de lo que hagan, les tengo fe.

En este preciso instante, mi autor más visitado es el chileno Alberto Fuguet. Me gusta porque no persigue la perfección ni trata de escribir libros “importantes” o “maduros”. Escribe lo que siente cercano y lo que él considera importante. Al leerlo, siento que él y yo vivimos en el mismo mundo, nos unen discos, libros, películas, series de TV. Siento que sería mi amigo y eso, según yo, es lo mejor que te puede dar un libro: compañía.

Otro de mis mejores amigos es el británico Nick Hornby, con quien tengo una relación muy parecida a la que tengo con Fuguet. Creo que “High Fidelity” y “How To Be Good” son dos de las mejores novelas de todos los tiempos.

En fin, me gustan las cosas que hablan sobre el mundo en el que vivo (que no es siempre el presente). Me emocionan las novelas en las que me siento personaje. Empecé con Borges, Bioy, Cortázar, Poe, Benedetti, García Márquez, Vargas Llosa y todo eso que hay que leer. Ahora, por ejemplo, me siento más cercano a Jorge Franco que, no sé, a Benedetti. Es una cuestión de años y de estados de ánimo. Me encantan Salinger y Chuck Klosterman (un cronista de rock que escribe crónicas noveladas); Chuck Palahniuk y Robert Louis Stevenson; Bret Easton Ellis y Guillermo Arriaga; Charles Bukowski y Fernando Vallejo; Raymond Carver y Andrés Caicedo; Roberto Bolaño y Rodrigo Fresán; Javier Cercas y Efraim Medina Reyes; Charlie Kaufman y Andrés Calamaro; Junot Díaz y Kurt Cobain. En fin, cortemos acá porque no hay entrevista que aguante.


4.- ¿Existe otro pulso estético en la narrativa joven latinoamericana con relación a sus “padres” putativos, partiendo del hecho que ya se esta comenzando a hablar de una generación Post-McOndo? ¿Existe acaso alguna influencia concreta de esa generación McOndo en tu obra?

La generación McOndo es sin duda un referente, y uno muy bueno. Fuguet, Fresán, Loriga, Paz Soldán, Gamboa y Bayly, por ejemplo, son ya autores consagrados o en vías de. No sé si califican como padres, pero sí como esos tíos buena onda con los que uno conecta porque los siente menos adultos que los papás. Ellos ya hicieron mucho y, como están jóvenes aun, seguirán con nosotros por harto más tiempo. Creo que todavía estamos esperando los mejores libros de la generación McOndo. ¡Salud por ellos!

La nueva generación, técnicamente hablando, serían los 39 de Bogotá. Roncagliolo, Alemán, Zambra, Neuman, Garcés, Guerra. Son nuestros primos grandes y se vienen con todo. Sus primeros pasos, en la mayoría de los casos, han sido firmes. Me gusta que sean ellos los que ahora estén en la mira, los que están abriendo camino a los de abajo.


5.- ¿Cuáles son las perspectivas que se abren en Juan Fernando Andrade partiendo del hecho de lo multifacético en que se ha convertido el escritor en la actualidad? Háblanos del Juan Fernando guionista de cine y baterista de la banda de rock-blues “Los Pescados” y cómo esto alimenta tu obra y abre perspectivas de proyectos. ¿Podemos hablar de alguna esquizofrenia artística?

Tocar en una banda es como ser miembro del Club de la pelea. Cuando estás sobre el escenario nada más importa. Es algo visceral, muy de las tripas y del corazón. En muchos aspectos, supera a la literatura y al cine, de largo, es más emocionante e inmediato. Yo soy un tipo puertas adentro, me la paso viendo DVD’s y leyendo libros, pero cuando tengo que tocar exploto, grito, canto, me daño para bien y para mal, me caigo bien, hasta me gusto. El problema es que tocar es más difícil que escribir. No puedes tocar solo (a menos que seas Bob Dylan y puedas hacerlo todo), y eso involucra horarios, opiniones, encuentros, desencuentros, conflictos. Además, si no eres famoso tienes que perseguir tocadas, pedir favores, ganar poco, cargar los instrumentos a todos lados y soportar que no vaya nadie a verte. Pero igual, hay que tener una banda por lo menos una vez en la vida. ¡Escuchen Los Pescados!, estamos en la web, ¡Ja!


Lo de los guiones no esta nada mal. Estudié cine porque no quería estudiar ni literatura ni música. Creía que los que estudiaban literatura eran gente densa, infumable, siempre leyendo libros gordos de letra chiquita. Creía que estudiar música iba contra la filosofía del rock and roll. Sé que me equivoqué, pero así fue. De haber tomado mis pasiones académicamente sería mejor baterista y mejor lector (no sé si mejor escritor, no creo). Entonces el cine era una buena opción (la otra era administración de empresas). Los guiones, a la final, son novelas o cuentos en tres dimensiones. Me gusta el formato porque te sugiere ser directo, cortar el bla-bla y confiar más en las acciones que en los diálogos. Un guión eficaz no se puede andar por las ramas. Ahora que me encuentro trabajando para directores profesionales me encuentro a gusto, me encuentro, punto. Y lo que más deseo es ver mi primer guión filmado YA. Si todo sale bien, estreno en 2009.

El resto es periodismo, mí día a día, mi sustento económico y el mejor alimento para la ficción. He descubierto que la crónica periodística es un género mayor y trato de portarme a la altura. Lo que más disfruto es tener que escribir a diario y poder ver mis notas publicadas constantemente. El periodismo es la mejor forma de mantener los músculos templados y los ojos abiertos. De pronto te ves obligado a vivir la vida real y ahí hay algo.


No quisiera hablar de una esquizofrenia artística. Primero porque no me siento enfermo, segundo porque al final todo lo que hago es escribir. Tocar los tambores es como tipear con un amplificador conectado a la computadora.


6.- ¿Cuál es la apreciación que tienes sobre la narrativa cubana y la relación que puede existir en el panorama actual?


Que lo que tengo no es suficiente. Necesito más. Quiero saber más de Cuba. Que vengan libros de Cuba, escritores de Cuba, gente nueva, gente punk. A Cuba le tengo ganas. He gozado con Lezama Lima, Piñera, Pedro Juan Gutiérrez, Reynaldo Arenas, Wendy Guerra, pero quiero nuevos amigos cubanos.


7.- ¿Algún consejo a los jóvenes narradores?


Me ofendes, yo soy un joven narrador, ¡Ja!

Como dijo el maestro Yoda en El imperio contraataca: Do or do not, there is no try. Esto se hace o no se hace. Hay que leer, siempre, todo el tiempo. Hay que estar dispuesto a la soledad, a la falta de tiempo, a la falta de dinero y a desconectarse del resto para escribir algo que pueda conectar. Hay que estar dispuesto al fracaso comercial y al éxito comercial. Hay que estar dispuesto a todo, menos a dejar de escribir. Si lo que quieres es escribir, escribe, que ese sea el norte. Escribe reseñas, artículos, crónicas, horóscopos, cartas al director, entrevistas, relatos de viaje, comentarios deportivos, canciones, recetas, e-mails, mensajes de texto, solicitudes. El talento es nada, la disciplina es todo. Y no mientas, la gente siempre sabe cuando estás mintiendo. Hay que hacer la tarea, investigar, construir. Escribir no es inventar, es saber. Hay que entender que vida solo hay una y que uno tomó la decisión de usar la suya para escribir.