4.08.2013

Focos en el techo


Una vez Ana Iris me preguntó si lo amaba y yo le conté sobre los focos de mi vieja casa en la capital, como parpadeaban y tú nunca sabías si se iban a apagar o no. Dejabas de hacer tus cosas y esperabas porque en verdad no había nada que pudieras hacer hasta que los focos decidieran. Así, le dije, es como me siento.

Me encuentro con esto en This Is How You Lose Her, el nuevo libro de Junot Díaz. Estoy acostado en el piso de la sala, según yo esto me ayuda a corregir mi mala postura y a combatir los dolores de espalda. Subrayo esas líneas, dejo el libro a un lado y miro los focos en el techo. Todos funcionan, menos uno. ¿Por qué no le he cambiado? Supongo que no me hace tanta falta, que puedo vivir sin él. Capaz puedo vivir sin luces en el techo mientras la lámpara que uso para leer siga funcionando.  

Sería fácil, pienso. Ir al Ferrisariato, buscar el foco más luminoso entre los focos ahorradores y comprarlo. Luego volver a casa y usar la escalera plegable y sacar el foco quemado como hacen los hombres de verdad y cambiarlo por el nuevo y ya: hágase la luz. Pero no lo haré, por lo menos no esta noche. Tampoco lo haré mañana ni pasado. Esperaré hasta el último momento, hasta la crisis, hasta que todo esté perdido. Esperaré hasta que los focos tomen la decisión por mí.

Miro el techo y me digo no es tan grave, nadie se va a morir por un foco quemado. Doy por sentado que siempre habrá otro, que la luz vendrá después de aplastar el interruptor como ha venido hasta ahora, cuando la necesite, cuando me haga falta, cuando me de la gana. Los focos siempre estarán ahí para mí, ¿no? Focos hay como  piedras en el río y como piñas en Milagro y como estrellas en el cielo. Tampoco es que un día ya no podré comprar focos, ¿o sí? No tengo nada de qué preocuparme, ¿verdad?

Pienso en todos los focos que han estado en mi casa, alumbrándome sin que yo los tomara en cuenta. Si los viera por la calle no podría reconocerlos ni decirles lo bien que se portaron conmigo o la falta que alguna vez me hicieron. Los focos, quién lo diría… Bajo la mirada, levanto el libro y sigo leyendo los cuentos de Junot Díaz.

(El Comercio)
 

3 comentarios:

Ana dijo...

Yo una vez me sobreviví con un sólo foco en toda la casa. Si querías ir al baño, había que sacar el foco de la sala, si querías ir al cuarto, sacar el foco del baño. Era algo así como la casa de "The Others". El mundo podría dividirse entre los que cambian los focos y los que no.

Alberto A. Zalles dijo...

El foco: bella imagen moderna de la luz.

Juan Fernando Andrade dijo...

fuera de todos los focos aquí mencionados, dejando claro que la historia de la casa con un solo foco es genial, les recomiendo mucho el libro, está muy pero muy bien...

saludes