5.06.2013

Espacio en blanco donde antes había una mujer


La vida de una mujer puede caber en 127 páginas escritas a espacio y medio. Y no es, como podría pensarse, una vida breve, precoz, consumida antes de tiempo por una sobredosis o interrumpida por un terrible accidente. La vida de esta mujer empieza –como todas– con su infancia y continúa dando saltos en el tiempo, del presente al futuro y del futuro al pasado y de vuelta a un presente que nunca supimos cuándo sucederá. No importa, al final es su vida, no la nuestra, aunque durante esas 127 páginas sólo podamos pensar en ella.

La mujer se llama Elena y es el personaje principal de El lugar del cuerpo, la primera novela del boliviano Rodrigo Hasbún, que a sus 32 años –el número de páginas que podría tener un cuento, por ejemplo– ya está en el mapa, recomendado por la revista Granta, por Bogotá39 y por su compatriota Edmundo Paz Soldán, algo así como el embajador itinerante de las letras bolivianas. Esto no significaría nada si la novela, o mejor dicho Elena, no fuera capaz de frases como Siempre seremos escritores primerizos. En nuestros propios libros jugamos en desventaja.

Elena, queda claro, es escritora. Al parecer es la escritora más importante de un país/provincia al que yo siempre sentí como Bolivia. Como tantos otros, célebres o desconocidos, hizo su carrera afuera, en Europa, tuvo que irse para cobrar distancia, para escapar de un destino prefabricado y sobre todo de su familia, de un hermano que abusaba de ella y de unos padres que no esperaban gran cosa de su hija. Huí de este país… si me quedaba a vivir aquí mis libros hubieran sido diez o veinte veces peores. Su vida, sin duda, habría sido insoportable.

Una mujer cura sus heridas escribiendo, borra su pasado escribiendo, se mantiene con vida escribiendo y entrelíneas acumula millas sexuales: besando y chupando y lamiendo y dando y recibiendo. Todo para no sentir, para pensar en otra cosa. Elena morirá pronto y hasta la fecha no sabe si lo que escribió fuera del papel, lo que pudo tocar y perder, valió la pena. ¿Quién lo sabe? El espacio en blanco que dejamos cuando nos vamos será llenado por otros. Otras mujeres. Otros libros. Otros.   

(El Comercio) 

1 comentario:

Elías Urdánigo dijo...

pilas con maximiliano barrientos, boliviano también. he leído unos cuentos del man, bacanos, loco